jueves, 12 de abril de 2012

Arrebato

 
TÍTULO ORIGINAL Arrebato
AÑO 1979
DURACIÓN 110 min.
PAIS
DIRECTOR Iván Zulueta
GUIÓN Iván Zulueta
MÚSICA Grupo Negativo
FOTOGRAFÍA Ángel Luis Fernández
REPARTO Eusebio Poncela, Cecilia Roth, Will More, Marta Fernández-Muro, Carmen Giralt, Luis Ciges, Antonio Gasset
PRODUCTORA N.A.P.C.
PREMIOS 1981: Fantasporto: Premio de la crítica, mejor actor y guión. Nominada a mejor película


 
Cartel diseñado por Zulueta.
 



 


Para  Ivan Zulueta  intentarlo es igual que inundarlo, para que no quede nada, para que todo se acabe al instante. Con las ultimas fuerzas rodar sobre lo que ya se ha hecho y desmentirlo de la única forma posible; con  la vida misma que se mueve. Así lo demuestra este director de “culto” para muchos y de indudable oficio para todos, un amante empedernido  de la imagen en cualquiera de sus manifestaciones, desde coleccionista de cromos para albunes y cartelista  de cine, hasta creador de la mas irracional y finamente estructurada película sobre la imagen. Así pues, Arrebato, en mis palabras,  no es del todo un homenaje al cine, sino mas bien una sentencia crucial e innegable  de cómo nos relacionamos con el mundo y  de las imágenes de las que éste se compone.
     No es el cine en si mismo, sino el hombre visto a través del cine, victima de sus propios movimientos que lo aterrorizan y  que lo llevan como al mismo autor al colmo de los excesos, a la cima del cuestionamiento por la fragilidad del acto creativo y  a la incipiente noción del fracaso. En Arrebato no se hacen mayores citas sobre el cine, exceptuando la fantástica secuencia protagonizada por Cecilia Roth, como Betty Boop.


 La mayoría de imágenes de esta película hablan sobre Zulueta, sobre cómo era su vida, cómo la veía, cómo la sentía. Esta película, más que una ficción,  es una autobiografía  de un director que encarna en Pedro (protagonista) un creador de imágenes incomprensibles.  Esta película, es  entre tantas cosas, una reflexión sobre él mismo, sobre lo único que ha hecho en su vida; tocar la imagen, entrever la forma del fotograma y pretender dar materialidad y espíritu a lo que algunas vez fue y ahora el celuloide captura, una pregunta sobre la imagen que es forma de  un tiempo pasado,  línea de un dibujo continuo y un hecho vuelto eternidad.

Esta película  aún vive entre muchos, por que en últimas,  de la muerte se ha referido; si en 1979 pretendía ser antes que nada un simple riesgo para una sociedad mal acostumbrada, entonces Arrebato se ha convertido, tal vez en una de las más grandes películas de horror para los convencionalismos cinematográficos de todos los tiempos, pues ha secado la sangre de muchos a la mejor manera de una película de vampiros, consagrándose hoy en día, como una película importante al menos dentro de la movida cinematográfica española. De manera qué, para Iván Zulueta, ha constado la vida, o mejor dicho la ha pagado, pues difícil puede llegar a ser construir la vida cuando ya las has destrozado, revelado, compartido.  Lo anterior, lo demuestra no la muerte física de un hombre, sino más bien el hecho de que Arrebato haya significado la última de apenas dos largometrajes para este director, que bajo la condición de ser cómplice de la heroína, no alcanzo a grabar más de lo que su forma de vida le revelaba.           
     Pretendo  pues,  rescatar una vida hecha película y un pensamiento hecho guión, en donde no es quizás del cine en el cine de lo se está hablando, sino del cine en el hombre: ¿Qué puede llegar a ser más dramático, en el caso de Zulueta,  que entablar relación con él mismo?, cuando la cámara no puede llegar a decir otra cosa distinta de la  que él, sosteniéndola, pronunciaba al moverse. 

A diferencia de muchas películas en las que al menos se insinué el tema del cine, de forma en que tomen protagonismo algunos  de los objetos o hechos del cual goza este arte, y en la que a variadas  búsquedas  se les es otorgado quizás una forma de ver a éste modo de reproducir imágenes, encontramos miradas muy diversas; en las que podemos detectar quizás, algunas mas insustanciales que otras, como  es el caso de “La rosa purpura del cairo” en donde un Woody Allen contempla someramente la idea de que alguien pueda salir de la pantalla del cine y vivir en lo real,  junto con sus espectadores. Sin ganas  pues, de desmeritar las miradas de otros que padecen de un humor americano que en algunos casos puede tornarse, predecible y taquillero, pretendo encontrar la diferencia en las que  afortunadamente y gracias a películas como ésta,  se nos brinda un punto contrario, o al menos de contraste a lo que los intereses  propios de los directores pueden llegar a mostrarnos de sus mas profundos pensamientos frente a este modo de concebir la imagen. Películas como Arrebato o la mismísima Historia de Lisboa, (Win Wenders, 1995), padecen ése otro semblante, que aunque melancólico, puede llegar a ser la forma mas honesta de referirse  al cine, en cuanto que la narración no esta centrada en contar un historia,(como la de Woody Allen), sino más bien en hacer imágenes una inquietud, que ha falta de motivos, termina convirtiéndose en un historia. Es decir, hay dos formas de hacer cine, (apreciación personal) la primera mucho mas fácil que la segunda, en donde una historia se convierte en imagen ó una segunda opción, en la que las imágenes terminan contando historias, que a su vez son preguntas.
     Prefiero quedarme con la última opción, que a falta de estructuras firmes de difusión, ( no todas éstas películas llegan a nuestros cines ) se refieren a una condición mas humana, una visión mas cotidiana,  y un despojo que es espejo de lo que el hombre como individuo puede llegar a pensar sobre si mismo. Películas que surgieron como preguntas y  que no se olvidan porque no tienen respuesta.

Entonces, me viene a la mente la siguiente pregunta:  ¿No es la película de Win Wenders un manifiesto al “arrebato” que hace la cámara a la ciudad de Lisboa y no  es Fiedrich  el director  perdido  que encarna en el Joven Pedro de Arrebato  el doloroso momento de ver sus propias imágenes? ¿ Acaso no es la misma historia contada en diferentes tiempos por el mismo hombre?.

Aprendiendo de estos dos grandes pensadores de la imagen, intuyo lo difícil que puede llegar ser hablar sobre el final,  un final cualquiera. Sin embargo, eso, por ahora, solo quiere decir  una  cosa: Arrebato era lo ultimo  para Iván Zulueta. Y no es para menos, pues: ¿ Quien puede pronunciar palabra alguna, después de aquel  final  con   el fotograma rojo?.  Vale decir, que  cuando no hay palabras al instante, es porque es un film encerrado en si mismo, nos pertenece hasta la ultima imagen, de ahí en adelante se nos escapa y nos damos cuenta que ya,  estamos despiertos.  El sueño ha acabado. La palabra “FIN” es inminente y  después de unos minutos de su aparición,  minutos que pueden tornarse años, o quizás una vida entera,  empezamos a preguntarnos,  como Pedro, que es el mismo Iván : ¿Qué es el ritmo preciso? ¿Sabemos que hacer con la pausa?


 Ver el siguiente fragmento de la pelicula:




 













Juan Moreno










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