TÍTULO ORIGINAL | Lisbon Story |
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AÑO | 1995 |
DURACIÓN | |
PAÍS | |
DIRECTOR | Wim Wenders |
GUIÓN | Wim Wenders |
MÚSICA | Madredeus & Jürgen Knieper |
FOTOGRAFÍA | Lisa Rinzler |
REPARTO | Rüdiger Vogler, Patrick Bauchau, Teresa Salgueiro, Vasco Sequeira, Manoel de Oliveira |
PRODUCTORA | Coproducción Portugal-Francia-Alemania; Road Movies / Filmproduktion |
GÉNERO | Drama |
Solo para quienes hayan visto ya Historia de Lisboa de Win Wenders (1994)
Cuando en una entrevista le preguntaron a Dalí cuál era la diferencia entre un cuadro de Velázquez y una excelente fotografía, aquél respondió que la diferencia era nada más y nada menos que 7 millones de dólares; que la diferencia entre la pintura y la fotografía radica en que aquélla ha sido hecha por un ojo y una mano cuasi divinos, creados por dios, mientras que la fotografía ha sido desarrollada por un ojo mecánico y mediocre, fabricado en el Japón o en cualquier otra parte.
(http://www.youtube.com/watch?v=UJtv7z-TP88 en el 4:12)
La postal que desde Lisboa llega al Señor Winter en Alemania refleja lo que más tarde se sabrá es la agonía de aquellas imágenes mudas y a blanco y negro en la lucha contra las reflexiones del loco y viejo operador de manivela Friedrich o, simplemente, Fritz.
La postal que desde Lisboa llega al Señor Winter en Alemania refleja lo que más tarde se sabrá es la agonía de aquellas imágenes mudas y a blanco y negro en la lucha contra las reflexiones del loco y viejo operador de manivela Friedrich o, simplemente, Fritz.
De la ciudad técnicamente organizada, mucho más al norte, hacia Lisboa donde los oficios, como el lustrabotas y el tipo que afila los cuchillos, y lo artesanal aun sobreviven, ya bajo la (¿desgraciada, afortunada?) tensión de la modernización con lo patrimonial o simplemente pasado, lo que es ya historia.
“Fritz dijo que al desaparecer
esos edificios, las historias que
tapaban iban a develarse”
dice Zé, uno de los camarógrafos de Friedrich, al señor Winter refiriéndose a los que caerían por la construcción de la nueva autovía.
Este es el tramo que el señor Winter cubre con algunos graciosos infortunios.
Dos momentos articulan el conjunto, que desenlaza en aquello que el mismo Fritz concluye en el monólogo en que se pregunta qué sabe de la vida y qué sabe de dios (Pensar en ello es como cerrar los ojos para no pensar). El filme se presenta un tanto enigmático, por lo cual es parte de mi intención rescatar la no muy elocuente estructura que he hallado.
Primero, la charla con el ciudadano de aura sacerdotal, cuyo discurso sintetizo e interpreto así: Un monólogo más de preguntas que de afirmaciones en el que la incertidumbre por el Ser, por el Sentido de las cosas es el objeto; ¿Tiene el universo un fin por sí mismo? ¿O sólo está justificado en cuanto pensado y experimentado por los hombres? Vivimos de la memoria, del recuerdo de lo que fue, pero ¿Fue aquello que fue como es recordado? La experiencia humana, que siempre sucede y por lo tanto es relativa al tiempo está ligada (mas no sé si categorizar limitada) al sujeto, deformada por este.
“En cine, la cámara captura cada
momento, pero ese momento ya
pasó. Lo que hace el cine es traer
una fantasía de ese momento”
¿Es la película un garante de ese momento?
“Vivimos en una duda perpetua.”
Sin embargo vivimos.
Y segundo, la presentación de la cinemateca por Fritz, donde expone el nacimiento, decadencia, agonía y muerte de su primer proyecto en Lisboa que precede a uno más innovador aun. Un nuevo e igualmente genial Man with the movie camera pretende ver realmente, ver con una cámara las imágenes vivas de una ciudad, pero se topa con que estas no pueden estarlo porque venden el mundo, están seleccionadas, elegidas por el sujeto, y por lo tanto muertas, atadas no al objeto al que pertenecían sino al humano impuro. Esto se hace insoportable: el objeto y su imagen dejan de pertenecerse. La solución: un nuevo proyecto, un nuevo conjunto puro, inocente, incorrupto, libre de la voluntad de quien quiere mostrar para que así pueda la imagen representar por sí misma; el mecanismo que capta el objetivo efecto lumínico, sin humanos de por medio, nadie mirando por el ocular.
“El artista reinterpreta”, dice el ciudadano de aura sacerdotal en algún momento.
Y el desenlace obedece al imperativo de Winter
“¡Estás desperdiciando tu vida
con imágenes descartables cuando
puedes sacarlas únicas! Fíate del
viejo operador de manivela”
¿Por qué Historia de Lisboa en vez de Historia en Lisboa o La Historia de Lisboa? Siempre me ha parecido que una parte muy importante de la obra es su nombre. Así, en una fotografía y en una pintura su título hace parte de la obra y se relaciona con el medio plástico de manera que lo completa. Sería un grave error por lo tanto cambiar el para mí importantísimo genitivo de por la inadecuada palabra en, lo cual daría la indeseada connotación anecdótica a la obra. Historia de Lisboa es correcta, no porque se documente la historia en libros de la ciudad, sino porque es en total un discurso filosófico que trata del tiempo, del tiempo pasado, del suceso como es, del suceso como se percibe y del suceso como se recuerda, acompañado y emplazado en la dinámica social y natural del lugar.
“El Río (Tejo) es el único testigo
de nuestras vidas, no la ciudad”
Santiago Jiménez Giraldo
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