TÍTULO ORIGINAL | Cóndores no entierran todos los días |
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AÑO | 1984 |
DURACIÓN | 90 min. |
PAÍS | ![]() |
DIRECTOR | Francisco Norden |
GUIÓN | Dunav Kuzmanich, Francisco Norden (Novela: Gustavo Álvarez Gardeázabal) |
MÚSICA | |
FOTOGRAFÍA | Carlos Suárez |
REPARTO | Frank Ramírez, Isabela Corona, Victor Morant, Santiago García, Luis Chiape, Juan Gentile, Vicky Hernández |
PRODUCTORA PREMIOS | Procinor Selección "Una cierta mirada", Festival de Cannes 1984. Bochica de Oro a Mejor Película¸ Mejor Actor a Frank Ramírez en la 1a Bienal de Cine Ciudad de Bogotá (Colombia) 1984¸ Círculo Precolombino a Mejor Película¸ Mejor Sonido a Heriberto García¸ Mejor Edición a José Alcalde y ped0067¸ Mejor Actor a Frank Ramírez¸ Mejor Actriz a Isabela Corona (compartido con Helena Romero “Maruja en el infierno”) en el 2° Festival de Cine de Bogotá: Nacional¸ Andino y Bolivariano (Bogotá - Colombia) 1985¸ Medalla del Mérito de las Comunicaciones Manuel Murillo Toro. Premio Focine¸ Ministerio de Comunicaciones (Colombia) 1985¸ |
Cóndores no entierran todos los días es
una historia de montañas coloreadas a dos tintes, una etapa colombiana que se distingue por enfrentamientos
políticos partidistas que se debaten entre
dos formas de ser en una misma nación.
La sangre
que se ha derramado en este país no solo es roja, y esta película entre lo ruralmente siniestro y el lúgubre escondite de un hombre: “ El cóndor” , que a su vez es
muchos hombres y mitad de un pueblo, nos ha revelado el nacimiento de una
violencia que sin “padecerla” directamente en el campo y en un tiempo exacto, se
ha convertido en la violencia de todos.
No
todos los días la historia cinematográfica colombiana tiene el gusto de contar
quizá con una de la mejores cintas que se han rodado en el país, pues esta película
no solo narra el inicio de un nuevo régimen
político inaugurado el 9 de abril de 1948, con el asesinato de caudillo liberal
Jorge Eliecer Gaitán sino también la base estructural de un periodo temático en la producción
audiovisual colombiana. Antes de esta película, difícilmente la imagen
cinematográfica nacional (si es que existe), podría reconocerse a si misma, y algunas
veces pareciese que es “es cuestión de
principios” como anota repetidas veces León
María Lozano, tratar de entender lo que ha dejado el naufragio de estas ideologías políticas a mediados de
siglo. Muchos de los restos que han dejado estas formas de pensamiento son con
lo que las producciones posteriores se
las han tenido que arreglar, películas
que inician un nuevo periodo en los noventa como Rodrigo D. No futuro, Confesión a Laura, La estrategia de caracol , La
vendedora de rosas, son impensables
sin antecedentes como Cóndores no
entierran todos los días. El desplazamiento, la marginalidad, el terrorismo, la pobreza no son sino ruinas
que ha dejado eso que antes llamaban idiosincrasia política, pero que hoy en día se asemeja mas a riñas
entre hinchas a las afueras del estadio.
Esta
película no cuenta una historia, sino mas bien la historia de la que todos
hacemos parte, y es pues al cine quien
le ha tocado contar esa realidad en imágenes, no como mecanismo de
entretenimiento sino como raíz educativa y fortalecimiento de una memoria
colectiva, porque un país sin cine es
como una casa sin espejos – dice el director italiano Gille Pontecorvo.
El problema es que olvidamos rápidamente
la muerte, y enterramos nuestro pasado. Condores
no entierran todos los días, excava en la memoria del pueblo colombiano
como símbolo de rescate de un antihéroe.
Protagonizado magistralmente por Frank Ramírez, “El condor” que encarna la violencia que no contrala
el cuerpo, ni ningún pueblo, ni tampoco una nación completa.
Quiero
rescatar la profunda poética en la que se mueven las imágenes de esta película,
planos perfectamente compuestos con una estética del campo que se mese a
tientas por los sonidos de la pala que se interrumpe por disparos, las cometas
que ya no se alzan para quebrar la irregular línea de horizonte de nuestra
cordillera, y el sonido de pasos de los
hombre en las calles a medio pavimentar. Así fue nuestro campo. Campo de
batalla, de ignorancia, de fuego y de
asfixia.
Un país con un carácter camuflado, que se desliga
inclusive de lo que tanto predica la iglesia, o de lo que ha construido una
familia durante años. El colectivismo al cual siempre pretende involucrarse el
hombre no es sino olvido de libertades individuales, que no necesitan de
escudos en cuanto que promueven la palabra, pero no las que ni siquiera logramos entender como “conservadurismo” y “liberalismo”
que son antes que nada dos palabras que se anulan entre ellas mismas. Por que
encapsulan, encierran, privatizan el libre pensar de los hombre en razón de su herencia política
y lastimosamente con la que hemos firmado fatigosamente nuestro lazo de
identidad.
Desde el escritor hasta el cineasta, es
decir, desde Gustavo Álvarez Gardeazábal hasta Francisco Norden, desde lo mas
rural en el Tuluá, Valle de cauca, donde tuvieron escena estos acontecimientos
hasta las calles mas transitadas de la citadina Bogotá, donde hoy todavía
quedan las “sombras caminantes” de esas
señales partidistas de los años 50, no se
hace preciso sentirnos obligados con la realidad que algunas veces pareciese arrebatarnos, y podemos estar empeñados en cambiarla pero
aún así seguimos estando mucho más apegado a ella de lo que se está al suelo
sobre el que posan nuestros cuerpos. Quizá, no podemos ser ajenos a una inquietud de
décadas en nuestro país o al menos el arte, y con él, esta película, le hace
una merecida reflexión.
Juan Moreno
excelente película la cual nos dice que la genética es idiosincrasia de cultura y pueblo
ResponderEliminarexcelente película la cual nos dice que la genética es idiosincrasia de cultura y pueblo
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