martes, 15 de mayo de 2012

Cóndores no entierran todos los días.

TÍTULO ORIGINALCóndores no entierran todos los días
AÑO1984
DURACIÓN90 min.
PAÍS
DIRECTORFrancisco Norden
GUIÓNDunav Kuzmanich, Francisco Norden (Novela: Gustavo Álvarez Gardeázabal)
MÚSICA
FOTOGRAFÍACarlos Suárez
REPARTOFrank RamírezIsabela CoronaVictor MorantSantiago GarcíaLuis ChiapeJuan GentileVicky Hernández
PRODUCTORA

PREMIOS
Procinor

Selección "Una cierta mirada", Festival de Cannes 1984. 
Bochica de Oro a Mejor Película¸ Mejor Actor a Frank Ramírez en la 1a Bienal de Cine Ciudad de Bogotá (Colombia) 1984¸ Círculo Precolombino a Mejor Película¸ Mejor Sonido a Heriberto García¸ Mejor Edición a José Alcalde y ped0067¸ Mejor Actor a Frank Ramírez¸ Mejor Actriz a Isabela Corona (compartido con Helena Romero “Maruja en el infierno”) en el 2° Festival de Cine de Bogotá: Nacional¸ Andino y Bolivariano (Bogotá - Colombia) 1985¸ Medalla del Mérito de las Comunicaciones Manuel Murillo Toro. Premio Focine¸ Ministerio de Comunicaciones (Colombia) 1985¸

















Cóndores no entierran todos los días es una historia de montañas coloreadas a dos tintes, una etapa colombiana  que se distingue por enfrentamientos políticos partidistas que se  debaten entre dos formas de ser en una misma nación.
     La sangre que se ha derramado en este país no solo es roja, y esta película entre  lo ruralmente siniestro y el  lúgubre escondite  de un hombre: “ El cóndor” , que a su vez es muchos hombres y mitad de un pueblo, nos ha revelado el nacimiento de una violencia que sin “padecerla” directamente en el campo y en un tiempo exacto, se ha convertido en la violencia de todos.

No todos los días la historia cinematográfica colombiana tiene el gusto de contar quizá con una de la mejores cintas que se han rodado en el país, pues esta película no solo  narra el inicio de un nuevo régimen político inaugurado el 9 de abril de 1948, con el asesinato de caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán sino también la base estructural  de un periodo temático en la producción audiovisual colombiana. Antes de esta película, difícilmente la imagen cinematográfica nacional (si es que existe), podría reconocerse a si misma, y algunas veces pareciese que es “es cuestión de principios” como anota repetidas veces León María Lozano, tratar de entender lo que ha dejado el naufragio de  estas ideologías políticas a mediados de siglo. Muchos de los restos que han dejado estas formas de pensamiento son con lo  que las producciones posteriores se las han tenido que arreglar,  películas que inician un nuevo periodo en los noventa como Rodrigo D. No futuro, Confesión a Laura, La estrategia de caracol , La vendedora de rosas,  son impensables sin antecedentes como Cóndores no entierran todos los días. El desplazamiento, la marginalidad,  el terrorismo, la pobreza no son sino ruinas que ha dejado eso que antes llamaban idiosincrasia política,  pero que hoy en día se asemeja mas a riñas entre hinchas a  las afueras del estadio.

Esta película no cuenta una historia, sino mas bien la historia de la que todos hacemos parte,  y es pues al cine quien le ha tocado contar esa realidad en imágenes, no como mecanismo de entretenimiento sino como raíz educativa y fortalecimiento de una memoria colectiva, porque un país sin cine es como una casa sin espejos – dice el director italiano Gille Pontecorvo.  
     El problema es que olvidamos rápidamente la muerte, y enterramos nuestro pasado. Condores no entierran todos los días, excava en la memoria del pueblo colombiano como símbolo  de rescate de un antihéroe. Protagonizado magistralmente por Frank Ramírez, “El condor”  que encarna la violencia que no contrala el  cuerpo,  ni ningún pueblo,  ni tampoco una nación completa.

Quiero rescatar la profunda poética en la que se mueven las imágenes de esta película, planos perfectamente compuestos con una estética del campo que se mese a tientas por los sonidos  de la pala  que se interrumpe por disparos, las cometas que ya no se alzan para quebrar la irregular línea de horizonte de nuestra cordillera,  y el sonido de pasos de los hombre en las calles a medio pavimentar. Así fue nuestro campo. Campo de batalla, de ignorancia, de fuego  y de asfixia.   
     Un país con  un carácter camuflado, que se desliga inclusive de lo que tanto predica la iglesia, o de lo que ha construido una familia durante años. El colectivismo al cual siempre pretende involucrarse el hombre no es sino olvido de libertades individuales, que no necesitan de escudos en cuanto que promueven la palabra, pero no las que ni siquiera  logramos entender como “conservadurismo” y “liberalismo” que son antes que nada dos palabras que se anulan entre ellas mismas. Por que encapsulan, encierran, privatizan el libre pensar de  los hombre en razón de su herencia política y lastimosamente con la que hemos firmado fatigosamente nuestro lazo de identidad.
     Desde el escritor hasta el cineasta, es decir, desde Gustavo Álvarez Gardeazábal hasta Francisco Norden, desde lo mas rural en el Tuluá, Valle de cauca, donde tuvieron escena estos acontecimientos hasta las calles mas transitadas de la citadina Bogotá, donde hoy todavía quedan las “sombras caminantes”  de esas señales partidistas de los años 50,  no se hace preciso sentirnos obligados con la realidad que algunas veces pareciese arrebatarnos,  y podemos estar empeñados en cambiarla pero aún así seguimos estando mucho más apegado a ella de lo que se está al suelo sobre el que posan nuestros cuerpos. Quizá,  no podemos ser ajenos a una inquietud de décadas en nuestro país o al menos el arte, y con él, esta película, le hace una merecida reflexión.

 Juan Moreno









2 comentarios:

  1. excelente película la cual nos dice que la genética es idiosincrasia de cultura y pueblo

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  2. excelente película la cual nos dice que la genética es idiosincrasia de cultura y pueblo

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