TÍTULO ORIGINAL | Tôkyô! |
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AÑO | 2008 |
DURACIÓN | 110 min. |
PAÍS | |
DIRECTOR | Bong Joon-ho, Leos Carax, Michel Gondry |
GUIÓN | Bong Joon-ho, Leos Carax, Michel Gondry |
MÚSICA | Étienne Charry, Ryuichi Sakamoto, Haruomi Hosono, Yukihiro Takahashi |
FOTOGRAFÍA | Masami Inomoto, Caroline Champetier, Jun Fukumoto |
REPARTO | Yû Aoi, YosiYosi Arakawa, Jean-François Balmer, Julie Dreyfus, Ayako Fujitani, Ayumi Ito,Teruyuki Kagawa, Ryo Kase, Denis Lavant, Yutaka Matsushige, Nao Omori, Sohee Park,Naoto Takenaka, Satoshi Tsumabuki, Hiroshi Yamamoto |
PRODUCTORA | Coproducción Japón-Francia-Corea del Sur-Alemania; Comme des Cinémas / Bitters End / Sponge / Backup Films / Picnic / Westdeutscher Rundfunk (WDR) |
PREMIOS | 2008: Festival de Sitges: Sección oficial largometrajes a concurso |
El primer mediometraje es el realizado por Michel Gondry, director francés, recordado por su gran producción de videos musicales, y de películas como Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, o La Ciencia del Sueño. Gondry se caracteriza por los elementos oníricos dentro de sus producciones, objetos que toman vida o personajes cuya realidad se mezcla con sus sueños podríamos decir que son su insignia, En Interior Design, fragamento realizado para este filme nos encontramos de nuevo con su delicado toque onírico, este mediometraje cuenta la historia de una joven pareja que llega al gran ciudad y tratan de encontrar allí su lugar. El director utiliza actores japoneses, lo que da a la producción un toque mas intimo, los escenarios en los que se desarrolla la historia nos muestran un Tokio repleto y encerrado.
El siguiente mediometraje es totalmente opuesto y contrario al anterior, dirigido por el también francés Leos Carax, director de aclamadas producciones, como Boys metes Girl, Mala Sangre, y Los Amantes del Pont Neuf, caracterizado por la producción de imágenes posmodernas ,surrealistas, llenas de explosiones tanto de colores como de sonidos, nos presenta en esta ocasión una historia del Tokio subterráneo. Merde es un habitante más de la gran urbe, un numero mas entre los 12 millones que habitan Tokio, pero que brilla por su repugnancia, extravagancia y extrañeza, por sus comportamientos violentos contra el resto de los habitantes. En este segmeto se nos muestra un Tokio bajo tierra, en el que se encuentran los escombros de la historia japonesa, los elementos que llenan de vergüenza a la ciudad y que se encuentran ocultos a la vista tanto de los turistas como de los mismos habitantes.
Y el último segmento está a cargo del coreano Bong Joon-Ho, reconocido por su cinta The Host. Para esta ocasion el director presenta un segmento encantador, Shaking Tokyo, cuenta la historia de un hikimori, persona que por su propia cuenta ha decidido aislarse de la sociedad y vivir al margen de esta, apartado del mundo, recluido en su vivienda organizada de manera impecable, constituida por los objetos en serie que consume a lo largo de los dias, meses y años, éste personaje tiene contacto con el mundo exterior solo al recibir los domicilios, en este caso de pizza los sabados, pero un encuentro inesperado sacude su estabilidad, la estabilidad de su vida y de su mundo. Joon-Ho nos muestra un Tokio tranquilo, pasivo, solitario, la narración en off realizada por el personaje central da a este segmento un toque intimo, personal,como si él mismo nos contara la historia a cada uno de nosotros, y nos adentra en ese mundo vacío y desolado. Vemos un Tokio que no imaginamos nunca, un Tokio habitado por individuos, y no por masas.
La unión de las 3 producciones da como resultado una fascinante, creativa y entretenida obra, llena de efectos visuales sutiles pero fantásticos, de imágenes que nos cuestionan y reflejan los problemas de una sociedad en constante cambio y crecimiento, la soledad, la alienación, y la inadaptación de los seres dentro de las ciudades, son distintas miradas de un mismo lugar, mas lo que realmente hace especial a este film es el hecho de que directores extranjeros, y ajenos al lugar cuenten historias, y presenten imágenes en un lugar que no les pertenece sin parecer intrusos, son imagenes prestadas, para contar historias imaginadas, la apropiación y lectura personal que cada director hace de la ciudad nos recuerda una vez más que el cine es robar imágenes al mundo para cuestionar y admirar las formas de un mundo del que hacemos parte.
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